La presencia de hembras grávidas en el espesor de la mucosa intestinal, la invasión del torrente sanguíneo por las larvas, muchas de las cuales son allí destruidas, su diseminación por todos los órganos, la invasión de las fibras musculares esqueléticas y la destrucción parcial de estas fibras invadidas, desencadena un proceso toxialérgíco, responsable del cuadro clínico de la triquinosis.
Las larvas L1 que alcanzan las fibras musculares estriadas, penetran activamente a su interior, crecen, maduran e inducen un sorprendente fenómeno de adaptación con su célula huésped. Desde luego, las larvas de T. spiralis son los parásitos intracelulares más grandes y hasta hace poco, se les consideraba que, al igual a lo que ocurre con los quistes de Toxoplasma, permanecían "dormidas" o quiescentes por años, en espera de poder continuar su ciclo evolutivo. Sin embargo, mediante estudios experimentales in vivo, se ha determinado que el parásito induce una serie de modificaciones dentro de la célula muscular y llega a producir una "célula nodriza", unidad morfofisiológicamente independiente y altamente especializada. Cada célula nodriza desarrolla un fino plexo de vénulas periquísticas que facilita el intercambio metabólico con el hospedero y, aparentemente, la larva no digiere el citoplasma de la célula que le da albergue. En el interior de estas células el parásito es móvil: realiza lentos movimientos anteroposteriores y su extremidad anterior oscila constantemente como explorando el microambiente que lo rodea.
Los gusanos adultos que invaden el intestino producen un proceso inflamatorio de intensidad variable. Esta enteritis superficial es la productora de los síntomas gastrointestinales de la triquinosis. Los fenómenos toxialérgicos son los causantes del síndrome infeccioso y de los signos oculopalpebrales. Las mialgias se explican por los fenómenos de miositis producidos alrededor de los quistes larvales. Cuando las larvas llegan a las fibras musculares, se produce un fenómeno de necrosis y, al cabo de unos quince días, el sarcolema forma la pared quística. Habitualmente, cada quiste contiene una larva enrollada en su interior, pero no son raros los easos con dos, tres ti más larvas. La inflamación periquística es producida por linfocitos, monocitos y eosinófilos, y evoluciona hacia la fibrosis. Al cabo de unos seis meses comienza el depósito de calcio en el quiste, fenómeno que se inicia por sus polos y se completa en un lapso de alrededor de un año. Las larvas pueden permanecer vivas durante años en el interior de los quistes, siempre que no estén totalmente calcificados. En el caso de T. pseudospiralis, un signo distintivo es que no forma quistes en la musculatura del hospedero.
Comúnmente, el fenómeno toxialórgico dura alrededor de un mes y luego se restablece el equilibrio entre el hospedero y el parásito, declinando en forma paulatina la sintomatología. En aquellos pacientes que continúan con astenia y mialgias, después de este periodo, es difícil decidir si estos síntomas vagos corresponden realmente a la triquinosis o son producto de la aprehensión frente a la enfermedad. Los casos graves de triquinosis pueden llevar a la muerte por un compromiso cardíaco o del SNC; los casos fatales suelen corresponder a pacientes con una enfermedad crónica (hipertensión. arterioesclerosis) a la cual se agregó la parasitosis.
La miocarditis es una complicación que se presentaría entre la cuarta y séptima semana de la infección, la cual no estaría necesariamente relacionada con la severidad de la infección. Pareciera que los casos de compromiso miocárdico no serían raros, pero se caracterizan por su evolución benigna y curación sin secuelas. La patogenia de la miocarditis no ha sido aclarada, puesto que las larvas de Trichinclla, si bien invaden el miocardio, no se enquistan en ese sitio y pareciera que las alteraciones se deberían a un proceso inmune. En autopsias, se han demostrado lesiones difusas de inflamación, edema, fibrosis intersticial y necrosis de fibras cardíacas.
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